Foto: divulgação
24 julho 2012
Alejandro Lavquén - Sacros Iconoclastas
Pablo de Rokha
I
Los avatares diarios no capitulan.
Son
cuatro décadas de sitio
y no
logro un caballo de Troya.
La
llanura enmudece cada tarde
con
la sangre que se escurre
hacia su boca.
Los gemidos en el Érebo
me anuncian a los guerreros
que naufragan en la barca de Caronte.
En el Capitolio, los dioses se vanaglorian
de sus jugarretas
y cargan los dados antes de bajar
a los pueblos que se disputan
un trozo de pan.
Se nos ha vuelto costumbre
recoger nuestros muertos
desde el campo de batalla,
mientras sus sombras
claman digna sepultura.
II
Orillando los labios de un navío
escribo
hoy la página
excomulgada
de mi bitácora.
Pienso
los próximos cuarenta años
escabulléndome
de la metamorfosis
de mis contradicciones.
También en los 12 versos,
que el viejo rey Euristeo,
puso de condición
para redimir mis pasiones.
Anudo a mi cuerpo la curtida piel de león
y lleno de tinta mis bolsillos.
En el largo camino untaré una a una
las flechas que se entrechocan
en mi carcaj.
El ruido de aviones y tanques
y militares de rostros embetunados
son permanentes en mi memoria.
[...]
IX
África
se oscurece con su propia
sangre.
Selvas
y sabanas no logran cobijar
la
estampida de los ritos ancestrales.
Tribus
desnudas
lloran el rugido de las balas.
Los viejos colonizadores
beben oporto a orillas del Tajo
o se embriagan en Montparnasse.
(Algunos se extravían desquiciados en la niebla
londinense.)
África arde como un diamante.
Los hijos de Memnón
caen famélicos en la gigantesca
fosa común.
Un continente estalla frente
a las pulidas ventanas
de la Atlántida.
XI
La
miseria prende rostros enjutos
en
calles y mercados.
Me
entrechoco sin respuestas
entre
la multitud.
Como
los leprosos al Cristo
me atosigan vendedores ambulantes.
Cuelgan de las ventanas de los autobuses,
salen de las alcantarillas
con sus estrepitosas voces maquilladas.
Sísifo los alienta en su doctrina,
pues los dioses les niegan
el sustento.
Por una cantidad de ellos,
todos cargarán eternamente
una roca hasta la cima de la montaña.
XIV
Aillavilú esquina Bandera
huele
a incienso a las cuatro
de la
madrugada.
El
amanecer se enciende
y los
guerreros lavan sus ojos
frente a las murallas
de los prostíbulos.
Se han levantado campamentos
a los pies de la ciudad sagrada.
Edipo llora sin lágrimas
mientras
Eteócles y Polinice
se quitan la vida.
XXVIII
a E.
En Valparaíso
la
noche arremete como
un
fantasma
embriagado
de subterráneos y escaleras.
Sátiros,
Ninfas y Coribantes agitan
tirsos y címbalos
en Plaza Echaurren.
Una gota de vino acaricia un pezón
de Afrodita
mientras ella broncea su piel
bajo el brillo de la luna.
XXIX
La humanidad se desintegra
en la
Aldea Global.
El
archienemigo de Heráclito
se
pasea ufano por el planeta
en
tanto Hefestos templa soldados y truenos
en su fragua bajo las Montañas Rocosas.
A los pies del Olympo
calles horribles sirven de lecho
a los pordioseros.
Un niño golpeado por la cesantía
alcohólica de su padre
aúlla en las Favelas
y una muchacha latinoamericana
deambula por los burdeles de Singapur.
Belona,
observa todo con una sonrisa macabra
en su vientre.
23 julho 2012
Alejandro Lavquén - Nietzsche y la Poesía
Friedrich Nietzsche es sin duda uno de los escritores más influyentes en el desarrollo del pensamiento universal durante el siglo XX. Sus ideas y planteamientos sobre la sociedad, literatura, historia, religión, arte, filosofía, ciencias, etcétera, han encontrado eco, de distintas maneras, en el imaginario de miles de seres humanos, aunque no siempre han sido comprendidas a cabalidad las expresiones, muchas veces contradictorias, de su intelecto. Porque, es cierto, Nietzsche fue un escritor de carácter y conceptos contradictorios, como lo es la propia vida: dialécticamente contradictoria, y sólo en ese sentido dialéctico creemos que puede ser comprendido del todo. La comunidad intelectual, siempre gozosa –en general- de las clasificaciones metafísicas, encasilla al autor, mayoritariamente, como filósofo, pero Nietzsche fue en esencia poeta, lo de filósofo viene por añadidura, como complemento elemental u obvio si se quiere. Todo poeta posee nichos de filosofía y todo filósofo contiene semillas de poesía, pero no todos desarrollan esas facultades de la manera como lo hizo Nietzsche.
Friedrich Nietzsche escribió sus libros, fundamentalmente, con un lenguaje aforístico, utilizando una prosa poética no siempre clasificable en el sentido en que les gusta clasificar a los intelectuales clasificadores. De hecho, Así habló Zaratustra es un poema donde interactúan lo épico, lo trágico, lo lírico, lo filosófico. En esta obra el poeta bulle en toda su magnitud, y en mi opinión creo que se orienta en el mismo sentido y altura en que lo hicieron poetas como Homero, Hesíodo, Virgilio, Ovidio, Valmiki, Viasa, Dante y De Rokha, cada uno –obviamente- centrado en su propia intensidad cosmogónica, mística y social. Nietzsche, a la par que escribió los libros por los cuales es conocido en el mundo –Humano demasiado humano, El caminante y su sombra, Más allá del bien y del mal, El Anticristo, Ecce Homo, entre otros-, también escribió numerosos poemas que no han tenido la difusión de los libros mencionados.
Las poesías de Friedrich Nietzsche son de tono lírico, y en ellas encontramos mucho de sus postulados filosóficos e ideas con respecto al ser humano y su azar, al ser humano y su impronta sobre la Tierra. El poema “La gaya ciencia”, dice en una de sus partes:“Esto no es un libro; ¡qué encierran los libros!/ ¡qué encierran sarcófagos y sudarios!/ Esto es una voluntad, una promesa,/ esto es un viento marino, un levar anclas,/ esto es una última ruptura de puentes,/ un rugido de engranajes, un gobernar el timón;/ ¡brama el cañón, blanco humea su fuego,/ ríe el mar, la inmensidad!”. Otro tema de sus poemas es el amor, tratado de manera nietzscheana, por decirlo de alguna manera, tormentoso, réprobo, inconcluso, aunque sus mayores preocupaciones poéticas –y al parecer en la vida diaria- no se centraron precisamente en el amor de pareja. Una pista, a nuestro entender, nos la da el poema “Sils-María”: “Aquí estuve sentado, esperando, esperando… nada/ más allá del bien y del mal, gozando/ a veces del sol, a veces de la sombra./ todo juego, todo mar, todo mediodía, todo tiempo sin meta./ Y de pronto, amiga mía, de uno se hizo dos/ y Zaratustra pasó por mi lado…”. Nietzsche aborda todo –o por lo menos lo intenta-, desmenuza desbordando los motivos y pasiones, lo arcano y lo luminoso, lo fugaz y lo permanente, lo racional y lo mítico. La muerte de dios, el suprahombre, el eterno retorno, la voluntad de poder: “Voluntad de verdad llamáis vosotros sapientísimos a lo que os impulsa y os pone ardorosos?/ Voluntad de volver pensable todo lo que existe: ¡así llamo yo a vuestra voluntad!/ Ante todo queréis hacer pensable todo lo que existe: pues dudáis, con justificada desconfianza, de que sea pensable./ ¡Pero debe amoldarse y plegarse a vosotros! Así lo quiere vuestra voluntad./ Debe volverse liso y someterse al espíritu, como su espejo y su imagen reflejada./ Ésa es toda vuestra voluntad, sapientísimos, una voluntad de poder;/ y ello aunque/ habléis del bien y del mal y de las valoraciones./ Queréis crear el mundo ante el que podáis arrodillaros:/ ésa es vuestra última esperanza y vuestra última ebriedad”.
El escritor alemán fue sin duda un poeta forjado por dimensiones de múltiples contrastes: ¿vidente? ¿vesánico? ¿sabio? ¿transeúnte? ¿negación de la negación? ¿unidad y lucha de contrarios? ¿dionisiaco? ¿salvación? ¿fugitivo? ¿naufragio? En fin, lo válido es lo que escribió el propio Nietzsche desde su imaginario de habitante inmerso en el mundo occidental, donde la sociedad suele nutrirse de disquisiciones vanas y los prejuicios implantados a sangre y fuego por el calvario del Cristo. La poesía de Nietzsche es de anchos caminos, de lenguaje envolvedor y de profundos presagios. Se disfruta como se disfruta el sol, el sueño y la lluvia: “Mi sol ardía sobre mí a mediodía:/ ¡Bienvenidos seáis,/ vientos inesperados,/ fríos espíritus del atardecer!/ Pasa la brisa extraña y pura./ ¿Me estará haciendo guiños la noche/ con su oblicua/ mirada seductora?/ ¡Mantente firme, valiente corazón!/ No me preguntes porqué” (...) “Sólo olas y juego alrededor./ Todo cuanto fue fatigoso una vez/ se ha hundido en azul olvido-/ Ociosa está ya mi barca./ ¡Ha dejado atrás tormenta y viaje!/ Ahogado deseo y esperanza,/ en calma están el alma y el mar”.
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Alejandro Lavquén: poeta e ensaísta contemporâneo, no Chile, dirigiu o programa literário "De Puño y Letra", que foi ao ar pela rádio Nuevo Mundo, de 2000 a 2005, e é colaborador da prestigiada revista "Punto Final", além de outras publicações da mídia impressa e eletrônica em língua espanhola, além das fronteiras do Chile.
Comprometido ideologicamente com um projeto sócio-cultural e econômico de corte socialista, a narrativa poética e ensaística de Lavquén (Canto a una década, 1981; El hombre interior, 1997, entre outros)destaca-se com vibrante denúncia do Terrorismo de Estado da era Pinochet, ao mesmo tempo em que, refletindo sobre o futuro, insiste em realimentar a esperança depositada na libertação cobrada pela tradição. De Lavquén, acaba de ser publicado na Grécia, "Sacros Iconoclastas", em edição bilingue.
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