He pasado en Cuba varios períodos: la primera vez como
invitado y luego varias más como exiliado. Desde su estallido, la Revolución
Cubana fue una gran sacudida para nuestra América. En el Río de la Plata, los
sectores culturales habían atendido primordialmente a Europa, pero la
Revolución nos hizo mirar a América Latina. No sólo para interiorizarnos de los
problemas del subcontinente sino también para aquilatar el poder y la presión
de los Estados Unidos.
En cuanto a la personalidad del propio Fidel, debo consignar que estuve varias
veces con él y pude apreciar la sencillez de sus planteos, un inesperado y
excelente nivel cultural, la franqueza de que hacía gala ante nuestras
objeciones y su infranqueable voluntad de defender y mejorar el nivel de su
pueblo.
Los datos, fácilmente comprobables, de que en la isla virtualmente no existen
analfabetos (pude ver a octogenarios que asistían a clases de enseñanza
primaria), que la atención a la salud es gratuita y del mejor nivel (de mi
propio país viajan constantemente enfermos de cataratas y hasta de ceguera, que
son atendidos gratuitamente y regresan totalmente recuperados), no deben
olvidarse a la hora de juzgar su trayectoria.
En esta ocasión de sus bien ganados ochenta, es bueno que le regalemos nuestro
sincero reconocimiento.
(El texto que antecede fue escrito antes del contratiempo de salud sufrido por
Fidel y que tuvo una trascendencia a nivel mundial, algo que confirma lo que
algún especialista señaló: que Fidel es el único gran personaje del pasado
cercano que aun sobrevive. Según las noticias que llegan de la isla, Fidel se
está recuperando más rápidamente de lo que se preveía. Siempre ha sido un
hombre fuerte y de poderosa voluntad, así que no sería de extrañar que a corto
plazo ejerciera nuevamente sus tradicionales funciones. Ojalá).