Ilustrações: divulgação
Se
ha contado que Arequipa nació sobre las ruinas de una antigua ciudad incaica y
que fue fundada en 1540 por el propio conquistador del Perú, Francisco Pizarro.
Cuna de nombres notables de la política peruana, en ella nació Mario Vargas
Llosa, en el año 1936. Sin embargo, su celebridad literaria, coronada con el
Nobel en el 2010, dispensa aquí cualquier comentario. Pero debo decir que
cuando por allá pasé, a la vuelta de los años sesenta, el nombre de Vargas
Llosa, a pesar de sus cuatro libros ya publicados, todavía no era tan ilustre
como el del poeta Mariano Melgar, uno de los hijos más queridos de la ciudad.
Hablo de un poeta libertario, combatiente por la independencia del Perú, quien
inaugura el Romanticismo y el Indigenismo en la literatura peruana y, como
nuestro Castro Alves, también libertario por el abolicionismo, muere igualmente
a los veinticuatro años.
Mariano
Lorenzo Melgar Valdivieso, nació en Arequipa el 10 de agosto 1790 y por su
precocidad fue un verdadero prodigio intelectual. A los tres años ya leía y
escribía, a los ocho hablaba latín y a los nueve años dominaba el inglés y el
francés. Profundamente identificado con el pueblo en su expresión indígena,
encontró en el lirismo sencillo de las canciones quechuas la motivación poética
para gran parte de sus versos compuestos en forma de yaravíes, género musical de origen inca, de composición breve y con
un carácter elegíaco, amoroso y melancólico. Es lo que el poeta expresa en este
su poema llamado Yaraví:
¡Ay, amor!, dulce veneno,
ay, tema de mi delírio,
solicitado martirio
y de todos males lleno.
ay, tema de mi delírio,
solicitado martirio
y de todos males lleno.
¡Ay, amor! lleno de insultos,
centro de angustias mortales,
donde los bienes son males
y los placeres tumultos.
centro de angustias mortales,
donde los bienes son males
y los placeres tumultos.
¡Ay, amor! ladrón casero
de la quietud más estable.
¡Ay, amor, falso y mudable!
¡Ay, que por causa muero
de la quietud más estable.
¡Ay, amor, falso y mudable!
¡Ay, que por causa muero
¡Ay, amor! glorioso infierno
y de infernales injurias,
león de celosas furias,
disfrazado de cordero.
y de infernales injurias,
león de celosas furias,
disfrazado de cordero.
¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,
que conociendo quién eres,
abandonando placeres.
soy yo quien a ti te sigo? [2]
que conociendo quién eres,
abandonando placeres.
soy yo quien a ti te sigo? [2]
José
Carlos Mariátegui, en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad
peruana, al analizar la poesía de Melgar hace hincapié al
"extremo centralismo"
con que Lima dominó la literatura colonial, considerada como un
"producto urbano", y añade:
(...)
Por culpa de esta hegemonía absoluta de
Lima, no ha podido nuestra literatura nutrirse de savia
indígena. Lima ha sido la capital española primero. Ha sido la capital criolla
después. Y su literatura ha tenido esta marca.
El sentimiento
indígena no ha carecido totalmente de expresión en este período de nuestra
historia literaria. Su primer expresador de categoría es Mariano Melgar. (...)[3]
Es esclarecedor referir aquí al ejemplo de la poesía de Melgar, para
evaluar, en un determinado momento histórico, las dos partes con que la crítica
peruana encara su propia literatura: una desde el punto de vista colonial y
culturalmente con prejuicios, y otra del punto de vista legítimamente peruano, es
decir, indigenista, explicitada por dos figuras tan emblemáticas de la historia
de la intelectualidad peruana, como
Mariátegui y el historiador José de la Riva
Agüero (1885-1944), con opiniones tan diversas sobre la imagen literaria de
Melgar:
"Para Riva Agüero, el poeta de los yaravíes no es sino "un momento curioso de la literatura peruana". Rectifiquemos su juicio, diciendo que es el primer momento peruano de esta literatura.”[4]
Comenta
Mariátegui el desprecio con que la crítica limeña trató la poesía popular e indígena
de Melgar, con un arraigado prejuicio colonial que, un siglo más tarde,
alcanzaría aún, con la daga de la indiferencia, el corazón poético y indígena
de César Vallejo, al punto de hacerlo abandonar el Perú para no volver jamás.
Vallejo es ahora reconocido como el más grande poeta del Perú y, como poeta
universal, comparte con Pablo Neruda la grandeza de la poesía hispanoamericana.
Mariano Melgar tuvo su imagen poética y libertaria reconocida oficialmente por
el gobierno peruano sólo en junio de 1964. Sólo en dos casos aquí citados, esa
es una justa, necesaria y tardía penitencia, pero preguntamos si la cultura
limeña ya limpió el alma de este antiguo pecado, ya que continúa, hasta el día
de hoy, dictando sus sentencias culturales en el ejercicio de su explícita
hegemonía intelectual, a expensas de los valores literarios de las provincias.
Mariátegui es quien mejor expone la
dimensión del poeta de Arequipa, sea como mártir de la independencia, sea por
la potencialidad de su poesía, si no hubiera muerto tan temprano. Abordando el
lado romántico de Melgar, resalta la gran renuncia del joven poeta por la causa
libertaria, comparándolo con el cacique cusqueño Mateo Pumacahua, que en 1815
se convirtió en uno de los líderes de la rebelión contra los españoles, siendo
arrestado y fusilado por las tropas coloniales.
(…)"Melgar es un romántico. Lo es no sólo en su arte, sino también en
su vida. El romanticismo no había llegado, todavía, oficialmente a nuestras
letras. En Melgar no es, por ende, como
más tarde en otros, un gesto imitativo; es un arranque espontáneo. Y este es un
dado de su sensibilidad artística. Se ha dicho que debe a su muerte heróica una
parte de su renombre literario. Pero esta valorización disimula mal la
antipatía desdeñosa que la inspira. La muerte creó el héroe, frustró al artista. Melgar murió muy joven. Y
aunque resulta siempre un poco aventurada toda hipótesis sobre la probable
trayectoria de un artista, sorprendido prematuramente por la muerte, no es
excesivo suponer que Melgar, maduro, habría producido un arte más purgado de
retórica clásica y amaneramiento clásicos y, por consiguiente, más nativo, más
puro.
(…)Los
que se duelen de la vulgaridad de su léxico y sus imágenes, parten de un
prejuicio aristrocratista y academicista.
El artista que en el lenguaje del pueblo escribe un poema de perdurable
emoción vale, en todas las literaturas,
mil veces más que el que, en lenguaje académico, escribe una acrisolada pieza
de antología. De otra parte, como lo observa Carlos Octavio Bunge en un estudio
sobre la literatura argentina, la poesía popular ha precedido siempre a la
poesía artística. Algunos yaravíes de Melgar viven sólo como fragmentos de
poesía popular. Pero, con este título, han adquirido sustancia inmortal.”[5]
No es diferente la opinión del
crítico italiano Giuseppe Bellini, considerado como el más calificado estudioso
europeo de la literatura hispanoamericana. Comentando la poesía gaucha del poeta de la independencia uruguaya José Bartolomé
Hidalgo (1788-1822), Bellini afirma:
"Junto con Hidalgo, cabe recordar Mariano Melgar
(1791-1815), cultivador también de la poesía popular en los
"yaravíes" y "palomitas". El poeta peruano, sin duda más
culto que Hidalgo, traductor e imitador de Horacio y de Virgilio, manifestó,
tal vez por su carácter de mestizo, un profundo apego al elemento popular
quechua y a la naturaleza, anticipando un indigenismo que dará resultados
consistentes durante el Romanticismo y en el siglo XX.”[6]
Mariano Melgar adhiere a las tropas del cacique Mateo Pumacahua, que en el pasado era aliado de los españoles, pero que a partir del 1814 empuñó a la bandera de la independencia en Cuzco. Derrotados en la batalla de Umachiri, el poeta es aprisionado y mantenido en cautiverio hasta el amanecer del día 12 de marzo del 1815, cuando lo ejecutan. Cara a cara con el pelotón de fusilamiento, Melgar escribió una nota a los oficiales españoles, con las siguientes palabras:
"¡Cubran sus ojos, ya que ustedes son quienes necesitarán misericordia porque América será libre en menos de diez años!"
Y así sucedió.
El 9 de diciembre del 1824, un ejército con 6.879 patriotas de varios países hispanoamericanos, comandado por el general venezolano, Antonio José de Sucre, impone la derrota al ejército español, con 10.000 soldados, sellando en Ayacucho la independencia del Perú y de América del Sur.
[1] Este artículo integra el texto de un libro que el autor
está escribiendo sobre los años que pasó en América Latina , en las décadas del
1960/1970. Las notas y la versión para el castellano son del autor.
[2] http://www.vivir-poesia.com/yaravi/ (acesso
em 08/11/2011)
[3] MARIÁTEGUI, José Carlos. Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amauta, 1967, 11ª ed. p.
230.
[4] MARIÁTEGUI, José Carlos. Op. Cit. p.231.
[5] Iden, pp. 230-231.
[6] BELLINI, Giuseppe. Nueva historia de la literatura hispanoamericana. Madrid. Editorial
Castalia, 1997, p. 209.