Primera Parte: El domingo infame
Frederico Füllgraf
Periodista y documentalista brasileño. Corresponsal de Prensa Extranjera en Chile.
Si
le hubiesen contado a Jorge Luis Borges – hundido en su silla en el
centro de la Gran Biblioteca, con la mirada perdida de los ciegos –
quien es Eduardo Cunha, con un raro ataque de furia le hubieran dado
ganas de arrancar con los dientes y deglutir las últimas páginas de
su “Historia Universal de la Infamia”, sollozando arrepentido:
¿Cómo es posible que existiera un personaje todavía más repulsivo
que Lazarus Morell, falso predicador, ladrón de caballos y asesino?.
Si
le hubiesen contado a Jorge Luis Borges – hundido en su silla en el
centro de la Gran Biblioteca, con la mirada perdida de los ciegos –
quien es Eduardo Cunha, con un raro ataque de furia le hubieran dado
ganas de arrancar con los dientes y deglutir las últimas páginas de
su “Historia Universal de la Infamia”, sollozando arrepentido:
¿Cómo es posible que existiera un personaje todavía más repulsivo
que Lazarus Morell, falso predicador, ladrón de caballos y asesino?
Y leyendo en el Clarín (si,
hasta el mismo Clarín argentino tendría que admitir el golpe detrás
de la frontera), que
de los 65 parlamentarios brasileños que juzgaron el libelo
acusatorio y recomendaron la deposición de la presidenta Dilma
Rousseff, 38 están formalizados judicialmente por crímenes que van
de la corrupción hasta el homicidio, Borges se acordaría de
Polónio, recitando con picardía su frase emblemática: “Aunque
esto sea locura, hay sin
embargo ciertométodo
en ello”.
La
mayor nación de Latinoamérica en manos de un gánster
Pero
no nos equivoquemos con comparaciones inmerecidas. El presidente de
la Cámara de Diputados, en Brasilia, no tiene una nesga de la
grandeza de los antihéroes como Hamlet, tomado de súbita turbación
del alma. Lo que Cunha tiene en común con Lazarus Morell, es que
también es falso predicador de una de esas sectas pentecostales, que
en Latinoamérica proliferan más que farmacias y tiendas chinas,
pero Morell no es partido para Cunha, que supera al mercader de
esclavos borgeano con toda suerte de fraudes maquinaciones, perfidias
y sobretodo cinismo.
Cunha
es la encarnación del mal en estado bruto.
Ex-director
de empresas estatales de Rio de Janeiro, administradas y saqueadas
por su partido, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático
Brasileño), desde los años 1990 Cunha responde en 22 procesos por
fraudes, falsificación de documentos y elusión fiscal. Como
la Justicia brasileña es lenta y las leyes son repletas de
brechas, el
parlamentario jamás fue condenado, y saltó del anonimato carioca
para una carrera en la escena federal como diputado electo en octubre
de 2014, con los votos pentecostales y de la “banda podrida”,
esto es de la colusión de la política con los negocios sucios en
Rio de Janeiro.
En
diciembre de 2015, el Fiscal General de la República (PGR), Rodrigo
Janot, solicitó a la Corte Suprema (STF) la deposición del
presidente de Cunha y su formalización por crimen de corrupción y
lavado de dinero. Pruebas irrefutables comprobaron que había
favorecido en secreto un contrato a una empresa prestadora de
servicios de la petrolera Petrobras a cambio de 5 millones de
dólares, que la Fiscalía de Suiza encontró depositados en cuentas
secretas del país europeo. Cínico, el parlamentario negó las
cuentas secretas, algunas de las que están en nombre de familiares.
Dos
meses después, la coalición gubernamental llamó al Consejo de
Ética de la Cámara, y acusó Cunha de haberle mentido
deliberadamente al parlamento. Durante la votación sobre su futuro
político, el gobernista Partido de los Trabajadores (PT) votó por
su inmediata deposición y pérdida de su mandato – votos que el
presidente de la Cámara interpretó como “traición” de la
presidenta Rousseff. Y prometió “venganza”.
La
venganza de Cunha – atestada por gran número de juristas,
analistas y hasta mismo medios conservadores – consistió en
resucitar una de las innumerables mociones en pro del impedimento de
Dilma Rouseff que ya había archivado por impertinentes, mientras se
sentía protegido por el gobierno.
Orgía mediática en un domingo infame
Y
este domingo, 17 de abril, el presidente de la Cámara lo diseñó
como el día de su apoteosis: la votación del impeachment para
derrocar a la presidenta Rousseff, democráticamente electa en
octubre de 2014 con 54 millones de votos.
Como
no tenía asegurada la mayoría de 2/3 de la Cámara (342 votos de
los 513 diputados), el despudorado Cunha
confabuló con TV Globo para que cubra en vivo la votación. La
emisora, que durante meses reportó sus crímenes, pero hoy actúa
como su “partner”, lo
encontró bárbaro, interrumpiendo sus entretenciones dominicales a
cambio de la farsa potenciada en orgía mediática.
La
cobertura de TV Globo en escala nacional tenía dos objetivos:
amedrentar a los parlamentarios indecisos y estimular a los
televidentes a que salgan a las calles en marchas contra el gobierno.
El diputado fascista, Jair Bolsonaro, exhortó a sus seguidores
para “cercar el Congreso” y amenazó con “hacerles difícil”
la vida a quienes votaran contra el impeachment. ¡Ex
capitán del ejército, admirador de Augusto Pinochet y predicador de
la violencia contra menores, negros y homosexuales, Bolsonaro es
autor de la infamante y célebre frase contra la diputada Maria do
Rosário, “No te violo porque no te lo mereces!”.
Sin
embargo, a mediano y largo plazo, la espectacularización televisiva
pudo haber sido un tiro por la culata al servicio del elector
desilusionado y de la Democracia, al exponer de modo arrollado y en
escala nacional a la gang de Cunha, corrupta y antidemocrática,
pues de
los 513 parlamentarios de la Cámara, 303 son investigados o están
formalizados en múltiples causas por la Justicia.
A
altas horas de la noche del domingo infame, Dilma Rousseff fue
derrotada por la farsa de Cunha por 342 contra 125 votos.
Después
de la persecución sufrida durante dos años por una concertación
judicial-mediática y de haber asistido al más completo letargo e
inacción de la Suprema Corte, guardiana de la Constitución
Democrática de 1988, quizás la más amarga decepción de Dilma
Rousseff y de su partido haya sido la traición masiva de sus socios
en su ya reducida coalición de gobierno, cuyos miembros o se
acobardaron, ausentándose, o cambiando su voto a última hora,
presionados por empresarios y políticos de la oposición.
Para
el PT, la lección del impeachment, es entender de una vez por todas,
con cuantos palos se hace un bote.
Traduciendo
la metáfora: mientras en la Era Lula, Brasil crecía 7% a año, el
condominio de empresarios y su banda parlamentaria conservadora se
consideró socia del PT, pero cuando la marea de la crisis
internacional también acosó a las orillas brasileñas,
sencillamente resolvieron no más pagar sus impuestos. Cuando el
gobierno Rousseff no quiso recortar sus programas sociales, gastando
más de lo tenía en caja, lo acusaron de “incompetente”,
abandonaron el bote y cobraron la cabeza de la capitana. Si en 1964
llamaron a los militares para derrocar al gobierno reformista de João
Goulart, en 2016 no sienten escrúpulos para rasgar la Constitución
y dar un “golpe de Estado blando”.
Hechas
las cuentas, Dilma Rousseff perdió el primero asalto, pero la
batalla continua en el Senado, cuyos 81 parlamentarios votarán dos
veces – primero, con mayoría simple, en una segunda vuelta con
mayoría de 2/3 – si rechazan o confirman la decisión de la
Cámara. La segunda vuelta será coordinada por el presidente de la
Corte Suprema, que teóricamente podría declarar nulo el rito del
impeachment, por dos motivos: porque no hay crimen de responsabilidad
de la mandataria que justifique su alejamiento y, segundo, porque el
trámite estuvo completamente contaminado por un presidente de la
Cámara de Diputados que es un criminal. No obstante, no hay mucha
esperanza para la sobrevida del Gobierno Dilma Rousseff. El
Senado se sumará al “veredicto” de la Cámara, y la Corte
Suprema, en su mayoría conservadora, hace mucho prefiere someterse
al “clamor (golpista) de las calles” y a los reproches de TV
Globo, que mantenerse fiel a la Constitución.
La
próxima semana: Un
juez incendiario y el doble estándar de la narrativa de la
corrupción.
Publicado originalmente en: el DESCONCIERTO.Chile